martes, 7 de octubre de 2008

Politicamente incorrecta

Camino una, dos, tres horas, no sé cuantas. Perdí la noción del tiempo. En mi portal, intento inútilmente ponerme un poco presentable para si, por mala suerte, encuentre algún vecino bajando el perro a cagar. Vivo en un ático enorme, de donde se puede ver hasta la Malasia.
Con la pasta que cobro cada vez que resucito, me doy el lujo de tener lo que me da la gana.
Aunque el dinero me canse un poco.

Abro las puertas de mi piso y lo tengo blanco, amplio y acogedor. Características de las cuales mi vida no necesariamente esta hecha pero una cosa compensa la otra.

Tiro toda mi ropa al suelo y me meto en la ducha fría, a ver si mejora mi estado de ánimo.
Necesito comer, pero no tengo hambre, necesito dormir, pero no tengo sueño. Me enrollo en la toalla y me niego a mirarme en el espejo. Me tomo un par de vitaminas y voy a terraza fumarme un cigarrillo.
Ya no tengo frio.

Me pregunto cuando fue que las cosas dejaron de tener sentido. El día que dejaron de tener importancia. Debería sentirme orgullosa de hacer lo que hago. ¡Joder! Si estoy salvando el futuro de la humanidad descubriendo la cura del SIDA y del cáncer y toda esa mierda. Doy mi vida por la vida de los demás.
Bueno, bueno. Todo muy romántico si fuera verdad.

Lo que me gusta es probar los límites. Hasta que punto se puede soportar el dolor. Cual es momento exacto que alguien simplemente deja de existir. Volver a vida una y otra y otra vez como si fuera inmortal, como si supiera lo que nadie sabe.

El día amanece y había quedado con Guillermo, el capullo del farmacéutico responsable de los “experimentos científicos”. No he podido dormir, ni mismo tumbarme, tampoco tengo ganas de conducir ahora. Pillo un taxi con destino a la antigua fábrica que, por supuesto esta ubicada en alguna calle sin salida, llena de drogadictos. “¡Que ironía hermano! A mi me pagan para hacer lo que haces tu”.

Ese es el sitio donde Guillermo me toma pruebas de sangre y las falsifica, luego las manda a compañía farmacéutica para que yo pueda seguir en el proyecto.

Con la vida políticamente incorrecta que llevo, seria imposible ser cobaya. Necesitan gente sana, limpia y normalmente gente así no acepta participar de experimentos tan arriesgados como yo, así que mejor yo que nada.

Estar con Guillermo es para mí un sacrificio extraordinario. Primero porque es un puto creído. Se pone a hablar, sin pausas para respirar, de sus increíbles hechos en su carrera y de cómo su vida es feliz y perfecta. Y segundo porque siempre me mira como si estuviera desnuda. No hay nada que joda mas una tía que mirarla como si no llevara ropas aunque no las lleve.
Esta todo el rato intentando follarme y yo de sexo paso.
Despertarse con un regalo peludo por las mañanas ya no me hace.

“¿Puedo irme ya?”
“Humm, ¿seguro que quieres irte?”
“¡Qué te den!”

Enciendo un cigarrito y me marcho a un bar, necesito unas vodkas.

1 comentario:

dijo...

¿Quién eres tú y cómo he llegado aquí?