miércoles, 8 de octubre de 2008

Garganta

Lo bueno de llegar en el hondo del pozo es de repente darse cuenta de que las horas siguen sin esperar nuestras pocas o nulas ganas de hacer algo con ellas. Algo, ni hace falta que sea util. Y son en momentos así que decides de una puta vez meterte el dedo en la garganta y potar todo de malo que te hace sentirse mal. Y darse un tiempo.
Un tiempo para desintoxicar física y mentalmente.

Eso hace parte de un ciclo, después de representar varios personajes en una sola novela, la novela de tu vida, más que la cabeza el cuerpo pide auxilio y es inevitable oírlo. Tenemos un instinto de sobre vivencia inconsciente que es mas poderoso que cualquier otro sentimiento que lleves consigo.

Bebo mi último trago de vodka y decido practicar volver a realidad. Empiezo dando las gracias a camarera. Con el móvil en la mano y luchando contra cien de mi misma, busco en la agenda alguien con quien realmente me apetezca estar. Paso un rato viendo tantos nombres que un día significaron tanto para mí y hoy por hoy no son nada. Personas que he amado, personas por las cuales he podido dar la vida, (hablándoles mi yo adolescente emotivo).

Elijo Lucy, mi ex-mejor amiga. Ex no porque una se ha tirado al novio de la otra y si porque cuando crees que la vida es un libro de mierda y que las personas que te ayudan a escribirlo no son más que paginas que pasan por si solas, la caída es dura y implacable.

Lucy, era mi vecina, íbamos al colegio juntas, nos conocemos cuando aun éramos vírgenes. O mejor diciendo en la época que las tías aun nacían vírgenes porque hoy creo que ya nacen folladas. Pasábamos noches charlando tonterías, comiendo bombones y planeando el día que pillaríamos un coche descapotable y viajaríamos todo el mundo, en el mejor estilo Alicia Silverstone en el video del Aerosmith. O será Thelma & Louise. Algo así.

Después de una parada cardiaca al teléfono, Lucy acepta mi invitación a cenar en mi ático blanco, amplio y acogedor. Esta todo un poco fuera de orden, tengo colección de basura por todas las partes pero me ha bajado un espirito de asistenta de hogar y lo arreglo. Me pongo a imaginar Lucy como está, supongo que delgadita y blanquita como era. Siempre seria, con sus frisos, los ojos verdes y una nariz enorme.

La ansiedad el algo que tengo que controlar.

Suena el timbre, me quemo la mano con el puto filete y salgo corriendo para abrir la puerta y que ganas de decir “¿Tu quien eres?” Pero mi educación no me permite arriesgarme y suelto un ¡Hola Lucy! a ver si cuela y…si era ella.

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