sábado, 18 de octubre de 2008

Cenizas

Alejarme de la gente es mi manera de mantener el control. Se acabas metiéndose demasiado en la vida de uno, acabas viviendo su vida y dejando de vivir la tuya y eso no es sano para ninguna de las partes.

Tengo claro que todo dios ya se ha decepcionado con alguien y me cansé de esa historia. Muchas veces me he sentido mejor en mi propia compañía, en mi triste soledad y decidí que es mejor así. Es mi defensa. Sé lo cuanto soy débil y lo cuanto me cuesta sacar algo de dentro de mí.
Cuando caigo, entiendo que es una señal de mi poca fe en las personas y en sus intenciones o sentimientos. Ni todo mundo es igual. Pero entiendo también que es mi forma de evitar daños mayores. Puedo estar equivocándome, pero ¡Calla! Es mejor así, si.

En esa última vez en el hospital tuve eso muy claro. Es muy difícil mantenerse ajena a todo. Es una decisión perturbadora y admito que es casi imposible resistir a la tentación de probar ser otro, ni que sea un poquito. Así que, algunas veces, dejo la cáscara caer sobre el suelo y sigo ese camino hacia sitios desconocidos y a otros que ya conoces más que a ti mismo.

Dos días intensos. Teníamos el suero pinchado en nuestras venas porque sino seguramente moriríamos de deshidratación. Entre una meada y otra, entreteníamos oyendo la historia que cada uno contaba, en su momento. Y por más que tenga intentado encerrarme dentro de mí, cuando la escoja de la soledad cruza la línea de la indiferencia, no puedo evitar hacerlo. En las dos camitas a mi lado estaban Pablo y Javi hablando de deportes o algún monotema masculino.

Pablo es un chico moreno, de estatura mediana, con una sonrisa preciosa. Trabajaba como dependiente en una tienda de informática, pero las comisiones ya no le motivaban y la pasión por la música le hizo ver la vida desde otra perspectiva. Toca bajo en alguna banda desconocida que nunca conoceremos. “Me metí en ese rollo de cobaya para ayudar los chavales a comprar un equipaje de puta madre y salir tocando por bares que nos dan mas pasta”

Es muy jovencito, tiene mucho que aprender desde luego. Pero admiro personas que luchan por un sueño a cualquier precio. Seguramente cuando sea viejito tendrá tatuajes esparramadas por todo el cuerpo, cirrosis y un montón de orgullo de todos sus hechos.

Necesito mear. Cojo mi amigo suero y me marcho a los servicios. Javi decide aprovechar la compañía y la excusa para escapar un poco de Pablo. Hay una pared muy finita entre un retrete y otro y es lo que separaba nuestros mundos. Así era más fácil hablar de nosotros mismos Jugábamos a que jamás sabríamos nuestra identidad y que estábamos preso a esa realidad para todo el siempre. Como condenados a una sentencia perpetua.

No dejamos de serlo.

Javi y yo, teníamos las meadas mas largas, lo que nos permitió conocernos un poco más. Desde el primero instante fue un tío que me cayó bien y eso no suele pasar nunca. Creo que principalmente por portarse como yo, intentando desesperadamente estar solo.

Shhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh
“¿Me oyes?”
ssshhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh
“¡Si, si claro, claro!”

Javi es muy guapo. Me dijo que trabaja como camarero y gogo boy en una disco que esta por el centro. Vino de una familia humilde que siempre intentó lograr ser algo que nunca ha sido. Era el hijo único de un matrimonio que ya casi no existía y realmente dejo de existir cuando la casa donde vivian se encendió, matando los dos, sobreviviendo solamente el. Entonces, ha tenido que cambiar de ciudad, a vivir con su tía, hermana de la madre muerta. Ahí en el medio de personas totalmente desconocidas, con sus 13 años, envejeció unos 30 más. Era odiado como si fuera el resto de las cenizas de algo que todo el mundo quería olvidar, como si tuviera culpa de vivir, de existir. Y ser homosexual no le ayudaba en mucha cosa.

Fue entonces que conoció un viejo, con el cual vivió muchos años. No creo que estuviera enamorado y que le hacia gracia chupar la polla blanda del señor a cambio de esa vida estable y normal. Pero todo tiene su precio.

“El viejo murió y a mi no me dejo nada mas que los vagos recuerdos de una segunda vida que, agradecido, tuve la oportunidad de tener”

No he podido evitar levantarme con prisa la braga, secarme las lágrimas y correr para darle un abrazo. No que sepa quien merece o no las lecciones que se debe aprender. Pero cuando miro los ojos de Javi llenos de dolor y sé que el ve lo mismo en los míos, no quiero dejar de estar cerca. Como si pudiera cambiar las cosas, volver en el tiempo. Como si esperara que alguien hiciera lo mismo por mí.

No hablamos ninguna palabra más. No hacia falta. Quedamos mirándonos como cómplices de un crimen que ninguno de los dos cometió. Y aún así condenados a una sentencia perpetua.

No hay comentarios: