viernes, 10 de octubre de 2008

Emo

Quizá esperaba del otro de lado de la puerta una niña bajita, con el cuaderno de Matemáticas abajo del brazo y la camiseta del Mickey. Quizá aun me imaginaba como aquella misma chiquilla que veía el mundo lleno de colores detrás de las gafas poco diseñadas, del pelo despeinado y del corazón enorme. Quizá por eso no me mire en el espejo y tenga miedo de aceptar lo que soy. El miedo de creer que, aunque lo niegue, sigo siendo yo dentro de un yo que crié para escaparme de la realidad.

Termine la conclusión antes de Lucy tirarse en mis brazos como novios en luna de miel. Hace mucho que no sé lo que es un abrazo y me veo con alguien colgado en mi cuello mientras estoy con los brazos abiertos como Jesús Cristo, esperando un milagro que acabe con esa tortura.

Como un bicho que siente su territorio en peligro, la presencia de Lucy me molesta, pero molesta mucho. Molesta más todavía saber que ella esta como si fuera en su propia casa. Me abre la nevera, prueba la salsa que estoy preparando, pon los pies en mi sofá blanco. Me siento un objeto de decoración esperando su momento de protagonismo.

Fue, a lo mejor, el pensamiento más celoso, egoísta y carente que alguien ha podido tener, pero tanto me ha costado llamarla aquí para devolverme un poco de lo que ha sido mi vida un dia y esta ahí la muy perra entretenida en su parque de atracciones. Canino.

Cenamos y Lucy me cuenta toda su vida desde el momento que dejamos de vernos hasta el momento que ha puesto el pie en mi sofá. En resumen, ella hace parte del ciclo de la naturaleza humana, o sea, estudia, matrimonio, tiene hijos, envejece y muere. Y me desconcierto porque la veo feliz, pero feliz de verdad. Esta contenta en haber terminado la universidad de Psicología pero que sea ama de hogar, que tenga un marido taxista a quien lleva cervezas en el salón los domingos, que tenga 3 crios que roban mas de la mitad del salario del marido taxista.

Aun así se la brillan los ojos.

Y la quedo mirando perpleja, hace mucho que no veo alguien. Alguien feliz.
Me despido de Lucy, con sus ideas para las próximas citas de las “eternas amigas” pero solo quiero mi precioso silencio otra vez.

La visita me ha despertado algo que hace mucho que no probaba. La felicidad. He oído una vez que la felicidad no es el fin y si el camino. Y si es verdad, probé ser feliz unos pocos momentos con la felicidad de Lucy.

Bueno, sigo creyendo que su vida es deplorable. Pero ¿que mas da? Es feliz.

Para uno que defendía la teoría emo de que la felicidad no existe, creo que empiezo a entender de qué va todo eso.

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