domingo, 27 de marzo de 2011

No hay nada que leer

Estoy casi segura que hoy, definitivamente, estoy pasando una página de mi vida. Lo más difícil no es superarte a ti misma, tus sentimientos y decidir hacerlo. Lo más difícil es ver lo cuanto te cuesta pasar una página que simplemente ha estado todo el tiempo en blanco.

Es entonces que te enteras de que perdiste tu tiempo. Por más que uno no quiera decir esas palabras en voz alta, sobre todo en lo que a amor se refiere, sé perfectamente que los últimos tres años de mi vida fueron tirados totalmente a la basura. Creí con toda mi poca fe que el amor ganaba todo, que cambiaria el día por la noche y que llenaría mi vida del afecto que nunca tuve.

Me acuerdo de tus frías palabras pidiendo que me marchara, que nada cambiara nunca. Me acuerdo también de todas veces que insistí en quedarme, llorando, mojando mi vida de lágrimas que no se secaran jamás.

Y tenías toda razón. No cambió ni antes, ni mientras y ni en el final. No sentiste mi ausencia, no echaste de menos mi olor, ni mi risa, ni mis ojos. Nada. No hubo flores, ni intentos, ni abrazos. Una vez más me quedé en el limbo de tus sentimientos inexistentes a espera de alguna señal, la que fuera, que me llenara de confianza para seguir esa batalla aunque sola.

Lo que hoy me di cuenta es que tampoco hubo batalla. Luché yo conmigo misma pero nunca has estado. En cuanto clavaba la espada en mi propio corazón, eras el único público que se iba aburrido antes del fin del espectáculo. Nuestro espectáculo mío.

Después de años escribiendo en letra redonda partes de nuestra historia dibujo finalmente un punto final. No hay nada que leer, ni que recordar, no hay nada.

sábado, 26 de febrero de 2011

Transición a los (putos) 30

Gafas, granos por la cara, dientes torcidos, camiseta del Bon Jovi y chanclas Hawaianas. Me dirigía al correo a echar unas cartas a unas amigas de revista, unas niñas que probablemente tenían las mismas pintas que yo y que probablemente se alimentaban de la esperanza de que mañana, ah, mañana, siempre será mejor.

En la adolescencia, todos tenemos tendencias a personalidades bipolares y estamos algo confundidas sobre dónde meternos en el mundo. Es como si jugáramos a saltar la cuerda y no tuviéramos el valor de hacerlo. En otras ocasiones quitamos la cuerda de los niños en el parque y la prendemos fuego para mostrar nuestra indignación sin causa ante el mundo.

Lo bueno de ser mitad niño, mitad adolescente es que todas las personas de nuestro entorno ya están preparadas para el revolcón de nuestras hormonas. Hagas lo que hagas siempre se justifica por el hecho de que eres adolescente y eso basta para callar a cualquiera. Encontramos miles de revistas dispuestas a tranquilizar nuestras inquietudes, además de tíos, primas, vecinas y todo un ejército que “ya ha pasado” por eso y que te comprende muy bien.

El salto de la infancia para adolescencia, a partir del que día que menstruas hasta el día que pierdes la virginidad es un bosque de descubrimientos fabulosos, el paraíso de Adán y Eva donde todas las manzanas son permitidas. Entiendes por fin como la ropa que tiras al suelo vuelve limpia al cajón y como es bueno andar con las propias piernas.

Maduras, te conviertes en toda una mujer. Sales, te emborrachas, follas, echas novios y amigos gays. Consigues un trabajo mismo sin tener experiencia alguna de nada y eres feliz. Ya no hay tantas manzanas en el camino, pero el camino sigue siendo largo y divertido.

Es entonces, que cumples tu 28 años y por primera vez miras hacia atrás. No, no dejaste huellas para volver de donde viniste y no hay revista en ese mundo que supere tus miedos de seguir adelante. Si, la crisis de los 30 antes de cumplir 30 es mucho más profunda de lo que parece.

En ese momento estas completamente sola y te enteras que toda esa libertad de ser tu misma es peligrosa. Empiezas a pensar que ni todo tu pasado es bonito, que ni todas tus decisiones fueron acertadas y que esa mujer, llena de cicatrices de la vida, del amor, del tiempo fue construida por ti misma. Tú eres culpa tuya.

Dejamos de saltar al vacío para comprobar si nuestro cinturón está bien apretado. Parece que el tiempo se hace más corto, parece que el fin está más cerca y el reloj compite contigo en una carrera que termina en una única pregunta ¿Conseguiré ser feliz?

Y esa paz momentánea que nos invade a veces, ¿no hay nada que la haga eterna? ¿Y el amor, el amor incondicional, el amor que llega a viejez, existe? El miedo, que a veces es más fuerte que nuestra voluntad, ¿quién se nos quita con un “buenas noches”? No, no, nadie.

Son preguntas muy personales, pero ser feliz es básicamente tener un buen trabajo, comprar una casa, un coche y encontrar el grande amor de la vida. Y si llegas muy próxima a los 30 y no lograste nada de eso, crees con el alma que hay algo malo contigo.

Yo creo que, en la verdad, lo que pasa es que cansamos de luchar. Las fuerzas, las ilusiones, se van agotando una a una. Ya no somos ignorantes a punto de creer en todo, ni en realizaciones en todos los ámbitos, ni pollas. O mejor dicho, ni en pollas.

Nada de eso es negativo si paras para pensar, estas evolucionando. Estas enfrentando una nueva etapa de la vida, una etapa inevitable donde las ostias que llevas, llevas sola. Los trofeos que ganas, ganas sola. La putada es que nadie nos preparó la cara para ese momento, nadie dijo como seria pasar por una olimpiada de sentimientos, donde solo sobreviven los fuertes. Y solamente ellos.

Quisiera haber aprendido mucho de mis 29 años para escribir un manual femenino de como sacudir el polvo de la caminada y seguir adelante. Quisiera estar segura de mi mañana, pero no lo estoy. Y puedo arriesgar decir que nadie nunca lo estará.

Lo que si aprendí en mis 10.585 días de vida es que debemos intentarlo. Por más imposible que eso pueda parecer algunas veces, sobre todo cuando nos baja la regla, debemos hacerlo. Debemos hacerlo por nosotras. Debemos porque primero: nadie lo hará por ti, nunca esperes, jamás. Segundo: porque nadie nos puede hacer más completas que nosotras mismas y no hay mejor sensación que mirarse en el espejo convicta de que has hecho tu mejor. Sea ese mejor estupendo o una mierda.

Las arruguitas y tus tetas son testigos, confia.

sábado, 18 de octubre de 2008

Cenizas

Alejarme de la gente es mi manera de mantener el control. Se acabas metiéndose demasiado en la vida de uno, acabas viviendo su vida y dejando de vivir la tuya y eso no es sano para ninguna de las partes.

Tengo claro que todo dios ya se ha decepcionado con alguien y me cansé de esa historia. Muchas veces me he sentido mejor en mi propia compañía, en mi triste soledad y decidí que es mejor así. Es mi defensa. Sé lo cuanto soy débil y lo cuanto me cuesta sacar algo de dentro de mí.
Cuando caigo, entiendo que es una señal de mi poca fe en las personas y en sus intenciones o sentimientos. Ni todo mundo es igual. Pero entiendo también que es mi forma de evitar daños mayores. Puedo estar equivocándome, pero ¡Calla! Es mejor así, si.

En esa última vez en el hospital tuve eso muy claro. Es muy difícil mantenerse ajena a todo. Es una decisión perturbadora y admito que es casi imposible resistir a la tentación de probar ser otro, ni que sea un poquito. Así que, algunas veces, dejo la cáscara caer sobre el suelo y sigo ese camino hacia sitios desconocidos y a otros que ya conoces más que a ti mismo.

Dos días intensos. Teníamos el suero pinchado en nuestras venas porque sino seguramente moriríamos de deshidratación. Entre una meada y otra, entreteníamos oyendo la historia que cada uno contaba, en su momento. Y por más que tenga intentado encerrarme dentro de mí, cuando la escoja de la soledad cruza la línea de la indiferencia, no puedo evitar hacerlo. En las dos camitas a mi lado estaban Pablo y Javi hablando de deportes o algún monotema masculino.

Pablo es un chico moreno, de estatura mediana, con una sonrisa preciosa. Trabajaba como dependiente en una tienda de informática, pero las comisiones ya no le motivaban y la pasión por la música le hizo ver la vida desde otra perspectiva. Toca bajo en alguna banda desconocida que nunca conoceremos. “Me metí en ese rollo de cobaya para ayudar los chavales a comprar un equipaje de puta madre y salir tocando por bares que nos dan mas pasta”

Es muy jovencito, tiene mucho que aprender desde luego. Pero admiro personas que luchan por un sueño a cualquier precio. Seguramente cuando sea viejito tendrá tatuajes esparramadas por todo el cuerpo, cirrosis y un montón de orgullo de todos sus hechos.

Necesito mear. Cojo mi amigo suero y me marcho a los servicios. Javi decide aprovechar la compañía y la excusa para escapar un poco de Pablo. Hay una pared muy finita entre un retrete y otro y es lo que separaba nuestros mundos. Así era más fácil hablar de nosotros mismos Jugábamos a que jamás sabríamos nuestra identidad y que estábamos preso a esa realidad para todo el siempre. Como condenados a una sentencia perpetua.

No dejamos de serlo.

Javi y yo, teníamos las meadas mas largas, lo que nos permitió conocernos un poco más. Desde el primero instante fue un tío que me cayó bien y eso no suele pasar nunca. Creo que principalmente por portarse como yo, intentando desesperadamente estar solo.

Shhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh
“¿Me oyes?”
ssshhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh
“¡Si, si claro, claro!”

Javi es muy guapo. Me dijo que trabaja como camarero y gogo boy en una disco que esta por el centro. Vino de una familia humilde que siempre intentó lograr ser algo que nunca ha sido. Era el hijo único de un matrimonio que ya casi no existía y realmente dejo de existir cuando la casa donde vivian se encendió, matando los dos, sobreviviendo solamente el. Entonces, ha tenido que cambiar de ciudad, a vivir con su tía, hermana de la madre muerta. Ahí en el medio de personas totalmente desconocidas, con sus 13 años, envejeció unos 30 más. Era odiado como si fuera el resto de las cenizas de algo que todo el mundo quería olvidar, como si tuviera culpa de vivir, de existir. Y ser homosexual no le ayudaba en mucha cosa.

Fue entonces que conoció un viejo, con el cual vivió muchos años. No creo que estuviera enamorado y que le hacia gracia chupar la polla blanda del señor a cambio de esa vida estable y normal. Pero todo tiene su precio.

“El viejo murió y a mi no me dejo nada mas que los vagos recuerdos de una segunda vida que, agradecido, tuve la oportunidad de tener”

No he podido evitar levantarme con prisa la braga, secarme las lágrimas y correr para darle un abrazo. No que sepa quien merece o no las lecciones que se debe aprender. Pero cuando miro los ojos de Javi llenos de dolor y sé que el ve lo mismo en los míos, no quiero dejar de estar cerca. Como si pudiera cambiar las cosas, volver en el tiempo. Como si esperara que alguien hiciera lo mismo por mí.

No hablamos ninguna palabra más. No hacia falta. Quedamos mirándonos como cómplices de un crimen que ninguno de los dos cometió. Y aún así condenados a una sentencia perpetua.

martes, 14 de octubre de 2008

Cerveza

He dormido como hace mucho no dormía, pero tampoco tenia ganas de levantarme. No podía levantarme. Me dolía la cabeza y todo el cuerpo. Me dolía el corazón. Me hace gracia porque me olvidé que tenía uno. La alarma suena una y otra vez, pero simplemente no puedo.

Después de dos horas revolcándome, medio muerta medio viva, salgo de mi mundito para recibir lo que me pertenece, un día más en mi estupenda vida.

Hoy me toca ir al hospital, me toca aguantar esa gentuza, me toca cobrar. Ese fin de semana, preservé un poco mi salud y mi stock de drogas para hacer mi labor de la mejor manera posible. Ya que estoy en ello y es todo lo que tengo, pues que haga lo mejor.

Ya en mi humilde coche negro, todo lleno de papelitos, plastiquitos y comiditas, pongo una cinta de Roy Orbinson y sigo rumbo a mi trabajo. Es bastante irónico llamarlo de trabajo, pero si lo es.

Me gusta estar sin nada en la cabeza, simplemente observar el mundo y dejar que el te pueda observar a ti. Hacerse el inerte muchas veces da resultado. O por lo menos consigues un poco de paz interior.

Bueno, no es una tarea nada fácil, ni lo intento, eso es para la gente normal.

Entro en el aparcamiento del hospital con mi tarjetita de “colaboradora”, espero en el coche que termine la canción que suena y me voy.

Grande Roy Orbinson.

De hecho, el ambiente de un hospital no es muy acogedor. Tanta gente débil y sola, enferma y dependiente, tanta cosa mala volando en ese mismísimo aire que estoy respirando, tantos muertos que ya pasaron por la mismisima puerta por la cual paso ahora, tantas heridas, tanto sangre, tanto dolor, tanta mierda.

Mi planta es completamente distinta, allí somos todos guapos y jóvenes. Yo por ejemplo, una chica tan sana y tan fuerte que eligió ser cobaya humana por pura realización personal.

Dejo mi resaca moral para otro momento, saludo una enfermera ya mayor, Margarida, que es la única que me cae bien por aquí y siento en un sofá cutre de la salita de espera, donde están sentados dos otros chicos, carne nueva, buenas ratitas, para el grande momento.

No sé de que va el experimento de hoy, normalmente delante de un buen escote y mientras me saca la sangre, Guillermo cuéntame todo, pero la ultima vez estaba tan hecho polvo que solo quería largarme de allí así como quiero largarme de aquí.

Todo por lo bien de la humanidad.

El medico nos llama, entramos en la habitación, cambiamos la ropa y nos tumbamos en las camas. Supongo que será algo jodido y que aquí quedaré algunos días. Me da igual, la verdad.

Los dos chicos a mi lado parecen refugiados de la guerra en el territorio enemigo. Me miran como pidiendome, “¡Dinos algo!” Pero no lo hago. Todos los cobayas tienen que pasar por la primera vez. La primera vez que crees que será la ultima, cuando das valor a la vida como si tuvieras una enfermedad terminal.

El medico, que siempre es un nuevo medico, una vez que el hospital también presta servicio a compañías farmacéuticas privadas, y cada compañía tiene su medico responsable. Es decir que el hijo de puta tiene dos cojones bastante grandes para responsabilizarse por la posible pero no probable muerte de uno de los tres que, temblando, estamos en sus manos.

No sé si después de muerta seria quemada en alguna planta baja del hospital y nadie se enteraría jamás. Es una forma de pensar en el futuro.

Nos miden la presión, la temperatura, enchufan aparatitos hasta en nuestro culo, y comentan que el experimento de hoy era para comparar una pastilla que ya existía en el mercado con otra genérica que querían sacar.

A saber de que esta hecha la puta pastilla.

la tragamos sin pensar dos veces y pasamos dos putos días ingresados en el hospital meando de 5 en 5 minutos. Despiertas meando, duermes meando, hablas meando, comes meando. Un universo muy bonito lo de los baños. Tu y su tu interior.

Es que consigues los mismos resultados bebiendo cerveza y disfrutando muchísimo más.

viernes, 10 de octubre de 2008

Emo

Quizá esperaba del otro de lado de la puerta una niña bajita, con el cuaderno de Matemáticas abajo del brazo y la camiseta del Mickey. Quizá aun me imaginaba como aquella misma chiquilla que veía el mundo lleno de colores detrás de las gafas poco diseñadas, del pelo despeinado y del corazón enorme. Quizá por eso no me mire en el espejo y tenga miedo de aceptar lo que soy. El miedo de creer que, aunque lo niegue, sigo siendo yo dentro de un yo que crié para escaparme de la realidad.

Termine la conclusión antes de Lucy tirarse en mis brazos como novios en luna de miel. Hace mucho que no sé lo que es un abrazo y me veo con alguien colgado en mi cuello mientras estoy con los brazos abiertos como Jesús Cristo, esperando un milagro que acabe con esa tortura.

Como un bicho que siente su territorio en peligro, la presencia de Lucy me molesta, pero molesta mucho. Molesta más todavía saber que ella esta como si fuera en su propia casa. Me abre la nevera, prueba la salsa que estoy preparando, pon los pies en mi sofá blanco. Me siento un objeto de decoración esperando su momento de protagonismo.

Fue, a lo mejor, el pensamiento más celoso, egoísta y carente que alguien ha podido tener, pero tanto me ha costado llamarla aquí para devolverme un poco de lo que ha sido mi vida un dia y esta ahí la muy perra entretenida en su parque de atracciones. Canino.

Cenamos y Lucy me cuenta toda su vida desde el momento que dejamos de vernos hasta el momento que ha puesto el pie en mi sofá. En resumen, ella hace parte del ciclo de la naturaleza humana, o sea, estudia, matrimonio, tiene hijos, envejece y muere. Y me desconcierto porque la veo feliz, pero feliz de verdad. Esta contenta en haber terminado la universidad de Psicología pero que sea ama de hogar, que tenga un marido taxista a quien lleva cervezas en el salón los domingos, que tenga 3 crios que roban mas de la mitad del salario del marido taxista.

Aun así se la brillan los ojos.

Y la quedo mirando perpleja, hace mucho que no veo alguien. Alguien feliz.
Me despido de Lucy, con sus ideas para las próximas citas de las “eternas amigas” pero solo quiero mi precioso silencio otra vez.

La visita me ha despertado algo que hace mucho que no probaba. La felicidad. He oído una vez que la felicidad no es el fin y si el camino. Y si es verdad, probé ser feliz unos pocos momentos con la felicidad de Lucy.

Bueno, sigo creyendo que su vida es deplorable. Pero ¿que mas da? Es feliz.

Para uno que defendía la teoría emo de que la felicidad no existe, creo que empiezo a entender de qué va todo eso.

miércoles, 8 de octubre de 2008

Garganta

Lo bueno de llegar en el hondo del pozo es de repente darse cuenta de que las horas siguen sin esperar nuestras pocas o nulas ganas de hacer algo con ellas. Algo, ni hace falta que sea util. Y son en momentos así que decides de una puta vez meterte el dedo en la garganta y potar todo de malo que te hace sentirse mal. Y darse un tiempo.
Un tiempo para desintoxicar física y mentalmente.

Eso hace parte de un ciclo, después de representar varios personajes en una sola novela, la novela de tu vida, más que la cabeza el cuerpo pide auxilio y es inevitable oírlo. Tenemos un instinto de sobre vivencia inconsciente que es mas poderoso que cualquier otro sentimiento que lleves consigo.

Bebo mi último trago de vodka y decido practicar volver a realidad. Empiezo dando las gracias a camarera. Con el móvil en la mano y luchando contra cien de mi misma, busco en la agenda alguien con quien realmente me apetezca estar. Paso un rato viendo tantos nombres que un día significaron tanto para mí y hoy por hoy no son nada. Personas que he amado, personas por las cuales he podido dar la vida, (hablándoles mi yo adolescente emotivo).

Elijo Lucy, mi ex-mejor amiga. Ex no porque una se ha tirado al novio de la otra y si porque cuando crees que la vida es un libro de mierda y que las personas que te ayudan a escribirlo no son más que paginas que pasan por si solas, la caída es dura y implacable.

Lucy, era mi vecina, íbamos al colegio juntas, nos conocemos cuando aun éramos vírgenes. O mejor diciendo en la época que las tías aun nacían vírgenes porque hoy creo que ya nacen folladas. Pasábamos noches charlando tonterías, comiendo bombones y planeando el día que pillaríamos un coche descapotable y viajaríamos todo el mundo, en el mejor estilo Alicia Silverstone en el video del Aerosmith. O será Thelma & Louise. Algo así.

Después de una parada cardiaca al teléfono, Lucy acepta mi invitación a cenar en mi ático blanco, amplio y acogedor. Esta todo un poco fuera de orden, tengo colección de basura por todas las partes pero me ha bajado un espirito de asistenta de hogar y lo arreglo. Me pongo a imaginar Lucy como está, supongo que delgadita y blanquita como era. Siempre seria, con sus frisos, los ojos verdes y una nariz enorme.

La ansiedad el algo que tengo que controlar.

Suena el timbre, me quemo la mano con el puto filete y salgo corriendo para abrir la puerta y que ganas de decir “¿Tu quien eres?” Pero mi educación no me permite arriesgarme y suelto un ¡Hola Lucy! a ver si cuela y…si era ella.

martes, 7 de octubre de 2008

Politicamente incorrecta

Camino una, dos, tres horas, no sé cuantas. Perdí la noción del tiempo. En mi portal, intento inútilmente ponerme un poco presentable para si, por mala suerte, encuentre algún vecino bajando el perro a cagar. Vivo en un ático enorme, de donde se puede ver hasta la Malasia.
Con la pasta que cobro cada vez que resucito, me doy el lujo de tener lo que me da la gana.
Aunque el dinero me canse un poco.

Abro las puertas de mi piso y lo tengo blanco, amplio y acogedor. Características de las cuales mi vida no necesariamente esta hecha pero una cosa compensa la otra.

Tiro toda mi ropa al suelo y me meto en la ducha fría, a ver si mejora mi estado de ánimo.
Necesito comer, pero no tengo hambre, necesito dormir, pero no tengo sueño. Me enrollo en la toalla y me niego a mirarme en el espejo. Me tomo un par de vitaminas y voy a terraza fumarme un cigarrillo.
Ya no tengo frio.

Me pregunto cuando fue que las cosas dejaron de tener sentido. El día que dejaron de tener importancia. Debería sentirme orgullosa de hacer lo que hago. ¡Joder! Si estoy salvando el futuro de la humanidad descubriendo la cura del SIDA y del cáncer y toda esa mierda. Doy mi vida por la vida de los demás.
Bueno, bueno. Todo muy romántico si fuera verdad.

Lo que me gusta es probar los límites. Hasta que punto se puede soportar el dolor. Cual es momento exacto que alguien simplemente deja de existir. Volver a vida una y otra y otra vez como si fuera inmortal, como si supiera lo que nadie sabe.

El día amanece y había quedado con Guillermo, el capullo del farmacéutico responsable de los “experimentos científicos”. No he podido dormir, ni mismo tumbarme, tampoco tengo ganas de conducir ahora. Pillo un taxi con destino a la antigua fábrica que, por supuesto esta ubicada en alguna calle sin salida, llena de drogadictos. “¡Que ironía hermano! A mi me pagan para hacer lo que haces tu”.

Ese es el sitio donde Guillermo me toma pruebas de sangre y las falsifica, luego las manda a compañía farmacéutica para que yo pueda seguir en el proyecto.

Con la vida políticamente incorrecta que llevo, seria imposible ser cobaya. Necesitan gente sana, limpia y normalmente gente así no acepta participar de experimentos tan arriesgados como yo, así que mejor yo que nada.

Estar con Guillermo es para mí un sacrificio extraordinario. Primero porque es un puto creído. Se pone a hablar, sin pausas para respirar, de sus increíbles hechos en su carrera y de cómo su vida es feliz y perfecta. Y segundo porque siempre me mira como si estuviera desnuda. No hay nada que joda mas una tía que mirarla como si no llevara ropas aunque no las lleve.
Esta todo el rato intentando follarme y yo de sexo paso.
Despertarse con un regalo peludo por las mañanas ya no me hace.

“¿Puedo irme ya?”
“Humm, ¿seguro que quieres irte?”
“¡Qué te den!”

Enciendo un cigarrito y me marcho a un bar, necesito unas vodkas.